viernes, 1 de julio de 2011

Querido Handyman:

No me llames ingrata por favor. Antes de hacerlo, piensa en los momentos felices que vivimos y en nombre de ellos, al menos, llámame por ese dulce apodo que me tenías (¿era Honey o Darling?). Whatever, que me llames de cualquier forma menos ingrata. Aunque sé de sobra que merezco ese vil apodo pues te he tenido recluido en el más frio de los abandonos.

Sé, ¡ay como lo sé!, que nunca voy a vivir lo suficiente para agradecerte todo lo que hiciste por mí. Si solo ahora, que estoy tan ofuscada y preocupada (y tú sabes más que nadie que es en estos momentos cuando mi memoria y razonamiento peor funcionan) me llegan a la cabeza un montón de cosas que hiciste por mí.

Cómo olvidar cuando, sin que nadie te lo pidiera, arreglaste mi licuadora, limpiaste el filtro de mi fregadero (que por cierto funcionaba a la perfección), cambiaste la cerradura de mi puerta; cuando ya estaba decidida a comprar un nuevo aire acondicionado porque el mío ya no funcionaba como antes tú me lo impediste con un rotundo “yo te lo dejo como nuevo”.

Arreglaste la transmisión de mi carro, me tapizaste un sofá, me armaste un librero para que organizara todos esos libros que se acumulaban sobre mi mesa de trabajo, hiciste unos paneles de lo más nice para las ventanas de mi estudio. Pintaste mi departamento completito de ese verde que tanto me seducía. Cuando, después de una noche de baile frenética, unos de los tacones de mis zapatos preferidos se desprendió como si fuera un diente en la boca de un niño de siete años tú lo arreglaste tan pero tan bien que en ese momento empecé a dudar de que realmente fueras analista financiero y no un zapatero.

Es por todas estas razones que sé que tú eres el único capaz de ayudarme, el único capaz de sacarme de este gran misterio (ni siquiera Google lo ha hecho) y devolverme la paz que he perdido en esta semana en la que ni siquiera he encontrado un momentito para escribir mis novelitas porque todo mi tiempo y energía se lo he dedicado a desvelar ese gran misterio. En fin, mi querido Handyman, ¿qué diablos es un destornillador de tercera generación?

Esperando pronta respuesta tuya (que tengo que seguir con mi vida, caramba),


Gigi Rodríguez.

1 comentario:

  1. Me ha gustado muchísimo!!! A veces nos enamoramos de detalles insignificantes, pero que dicen tanto... ainsss el amor!!! :-)

    ResponderEliminar