sábado, 4 de junio de 2011

Esas cosas que sólo nos pasan a nosotras

De vez en cuando Lucía y yo nos ponemos filosóficas. Montamos unas conversaciones que vaya usted a ver. A veces llegamos a conclusiones dignas de ser incluidas en los tratados más famosos de las relaciones sentimentales (si es que algo así existiera), otras veces no llegamos a ninguna conclusión, pero siempre nos deleitamos, entre copas de vinos y escuchando algo de acid jazz, conversando sobre las cosas que sólo nos pasan a ella y a mí.

-¿Has pensado alguna vez por qué nos va tan mal en el amor?

Levanto mi cabecita (estaba recostada en mi chairlong, nada mejor que estar a patas estiradas bajo una noche estrellada de principio de verano) y apoyando mi cuerpo sobre mis codos sólo atino a decirle:

-¡Oh my god! ¿Ya vas a empezar con ese tema? Disfruta de la noche mujer y si tienes ganas de hablar pues hablemos de otra cosa, pero no de eso por favor, esta noche no.

-En serio Gigi. ¿Nunca has pensando por qué…?

-Si, muchas veces lo he pensado. Pero hoy no quiero hablar sobre eso. ¿Me alcanzas la botella de vino por favor?

-¿No te llama la atención que a algunas mujeres nos vaya tan pero tan mal en el amor mientras a otras les va divino?-insiste Lucía mientras me pasa la botella de vino.

-Supongo que es como el labial rojo…algunas parecen diosas con él, otras, simplemente, parecemos payasas.

-Y tu punto es…

-Mi punto es que hay cosas que te tocan y cosas que no. Están las que conocen el amor de su vida y ¡bingo! Es como si se hubieran sacado la lotería, y las que…

-…y las que ni conocen el amor de su vida y, como si fuera poco, también parecen payasas con el labial rojo.

-Siempre he sabido que puedo contar con tu apoyo, Piruja- le digo a Lucía mientras busco en mi Ipod mi canción preferida de Accid Jazz y doy por terminado el tema. Pero Lucía, como los malos recuerdos, es persistente. Y parece que esta noche lo es aún más.

-Fíjate en nuestra vecina del tercer piso-continua ella- desde que se mudó a este edificio anda de novia con el mismo chico. ¡Y ya lleva dos años viviendo acá!

-Que en todo este tiempo haya salido con un solo chico habla muy mal de ella, mi querida amiga. Además por el sólo hecho de tener una relación más o menos larga no quiere decir que le vaya bien en el amor.

-Ok, puedes que tengas razón. Pero dime algo ¿cuándo fue la última vez que tuviste una relación que durara más de tres meses?

La única presencia masculina constante en mi vida en mucho tiempo ha sido mi profesor de yoga. Casi quiero llorar cuando caigo en cuenta que el único hombre que no ha ido y venido en mi vida en el último año sólo me toca para mostrarme la forma correcta de hacer alguna posición de yoga.

-Y fíjate en la prima de la amiga de mi compañera de trabajo, este verano va a cumplir 10 años de casada. ¡Y sólo tiene 32 años!

-Lucía, por favor, ¿cuándo vas a dejar de hacer esas cosas, eh?

-¿Cuáles cosas Gigi?

-Esas…hablar de gente que no conoces ni remotamente, medirlo todo en años, torturarte con esas estupideces de que todas tienen novios menos tú.

-Y tú querida…sorry, pero eres mi consuelo. Bueno, pero lo que yo quería saber es si nunca te has preguntado por qué nos va tan mal en el amor.

-Pues si, pero tampoco me torturo con esas cosas.

-Pero no digo que nos torturemos, sino que las reflexionemos.

-Bueno, y ya que estás tan reflexiva esta noche, a ver, dime, según tú ¿por qué nos va tan mal en amor?

-Yo he llegado a la conclusión de que nos va tan mal porque tenemos los distorsionadores sentimentales más arraigados que las demás chicas.

-¿Los qué?

-Dis-tor-sio-na-do-res sentimentales. A ver, te explico. Los distorsionadores sentimentales son esas cosas que nos han distorsionado la idea del amor o que nos han hecho creer en el amor idílico.

-Ahhhhhhh- digo yo poniendo cara de asombro. –Si sigues como vas pronto descubrirás la fórmula del agua caliente.

-Por favor Gigi, estoy hablando en serio. Escucha. He pensado mucho sobre esto que te cuento. Por ejemplo, cuando yo era una adolescente mi aspiración más alta era que un día mis padres me confesaran que había sido adoptada, que luego de esta confesión me echaran a la calle. Sólo así, súbitamente huérfana y sin un centavo en los bolsillos, conocería al amor de mi vida, el hombre más bello, más bueno y con más dinero del universo, con quien sería feliz para siempre, todo al más puro estilo de novelas de Televisa…en otras palabras, debía ser una pordiosera desdichada para poder conocer el verdadero amor. ¿Te das cuenta? Creía que para ser feliz, para encontrar un hombre que me hiciera feliz, tenía que ser una desarrapada y una sufrida.

-Y según esa versión muy particular del amor al pobre príncipe azul lo teníamos que poner a coger toda la lucha del mundo, despreciarlo hasta más no poder, y todo para que demostrara con su perseverancia que realmente nos merecía.

-Y yo que en la escuela me moría por un chico de lo más bello y cuando por fin nos hicimos novios, le digo, con pose teatral y todo, que era mejor que nos separáramos porque nuestra relación podía hacernos daño ¡escuchaste bien, Gigi, daño! y el muy pelele que me dice “ok, si ese es tu deseo”. Y pensar que todo lo que quería era que me pidiera que volviera a su lado entre flores y acordes de mariachi.

-Ni te cuentos las cagadas que hice yo en el bachillerato por creer que en la vida real los hombres funcionaban como en las telenovelas.

A esta altura de la conversación, Lucía y yo nos reíamos tan fuerte que despertamos a nuestro vecino, quien, muy discretamente, nos hace saber que lo hemos arrancado de los brazos de Morfeo encendiendo todas las luces de su apartamento.

-¿Y has pensado en esa canción, la de Mirian Hernández?- digo yo.

-¿Cuál?

-El hombre que yo amo

-Aver…

-Pues mujer, dime quién es la que quiere conformarse con cualquier peor es nada cuando sabe que ahí afuera hay un hombre que tiene la sonrisa ancha, tierna la mirada, que no sabe de enojos ni entiende rencores, que lo arregla todo con sabiduría y que con solo una mirada arregla la vida. Y como si fuera poco vuela pero vuelve siempre al nido.

-Difícil amiga, difícil conformarse con cualquier cosa.

-Si, muy difícil. ¿Pero nunca te llegó a pasar que después de convencerte de que un peor es nada nunca llegaría a la categoría de “posible prospecto” lo dejabas solo para descubrir lo maravilloso que era justo cuando ya andaba de novio con otra chica?

-Lo peor es que los muy descarados tenían la cara dura de decirnos que estaban ocupados cuando lo invitábamos a tomarnos un cafecito cualquier tarde de esta para hablar de nosotros dos.

-¿Y qué me dices de las comedias románticas? ¿Esas en las que las protagonistas son un poco tontas, completamente torpes pero con una suerte bárbara en el amor? No importa si el peluquero le mezcla mal esos dos benditos colores de tintes y le deja el pelo como si acabara de salir del manicomio, o si la cera estaba muy caliente y le han dejado una marca debajo de la ceja derecha que ni boxeando hubiera conseguido una igual, o si está hinchada como una pelota porque está en sus días premenstruales, o peor aún, si todas estas cosas pasan al mismo tiempo, de todas formas conocerá al amor de su vida en el pasillo de los congelados del supermercado…y el día que anda en chanclas y vestida como una loca.

-Y tú, mi querida Gigi, que eres una tonta patológica, que eres incapaz de diferenciar entre tu derecha y tu izquierda, y tu idiotez no te ha servido para otra cosa que no sea perder las llaves o perderte a ti misma en una ciudad donde has pasado toda tu vida. Hay que decirlo, de que no tienes suerte no tienes suerte.

-Oh!- exclamo yo sentándome en mi chairlong- tengo el distorsionador del amor número uno. El que más daño ha hecho, el culpable de que tú trataras tan mal a ese pobre odontólogo sólo porque era incapaz de pronunciar maître correctamente.

-¿Cuál? ¿Cuál?- dice Lucia casi a gritos mientras nuestro vecino asoma, discretamente, su barbudo rostro a la ventana.

-Tarannnnnnnn. Las novelas rosas. Yo sólo me leí una, a los trece, y fue suficiente para que creyera que el amante ideal debía ser un mujeriego que manejaba un Roll Royce y que por profesión fuera director general o accionista mayoritario. Por supuesto que mis encantos lograrían que él abandonara el mundo de las fiestas y los tragos elegantes y se convirtiera en monógamo de la noche a la mañana.

-Tú, que ni siquiera pudiste lograr que tu mas reciente gran amor limpiara estas baldosas.

Nos volvemos a reír, pero esta vez contenemos nuestra euforia pues no queremos desatar la ira de nuestro vecino, que ha salido a su balcón a fumarse un cigarrillo y nos ha regalado una de esas miradas que fulminan en el acto.

Y así seguimos la noche, entre risas contenidas y copas de vinos que se llenan y vacían como por arte de magia, hablando de las cosas que sólo nos pasan a nosotras.

2 comentarios:

  1. Creo que estás escribiendo un libro sin darte cuenta.

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  2. Hola Víctor, cómo estás?

    Vamos a ver que sale de este blog, mientras, te cuento, estoy tomando un curso de escritura creativa on line. Estoy feliz y emocionada.

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