Ahora que no tengo nada que hacer he pensado por un momento en ti. Súbitamente, y para mi sorpresa, he sentido la necesidad de pedirte perdón por mi mal comportamiento hacia ti. Así que, con mi cara de arrepentimiento más real que tengo, te pido perdón por haber sido tan sádica contigo.
Entre otras cosas quiero que me perdones por obligarte a demostrarme tu amor comiéndote unas pastas que yo había cocinado. Si te reconforta en algo, hasta el momento esta ha sido la muestra más sublime de amor que un hombre me ha demostrado.
También por hacerte recorrer todas las farmacias habidas y por haber de la ciudad para que me compraras unas pastillas para el dolor premenstrual cuando la verdad es que en ese momento no tenía ni la más remota idea de cuando mi periodo iba a llegar. ¿Qué quería que hiciera? Me había puesto a llorar “sin ninguna razón aparente” y para no quedar como una neurótica tuve que echar mano de la excusa más manoseada de toda la historia: me está por llegar. Ahora que ya no hay “algo” entre tú y yo creo prudente y hasta necesario decirte que sí había una razón aparente para que llorara como lo hice, mi más reciente herida de amor me había ignorado en Facebook, y eso, en aquel momento, me destrozó el alma.
Por haberte dejado parado en pleno cine, con bolsa de palomitas y refrescos de tamaño extra grande y todo, y fingir que necesitaba urgente hacer pipi cuando en realidad lo que quería era evitar que unos conocidos me vieran contigo. Aquí, mi querido Peor es Nada, pequé doblemente, pues fue una vulgar mentira que quisiera recorrer más de 20 millas para ir a ese cine porque sus butacas eran cómodas. Sólo quería, como habrás comprendido, evitar que me vieran contigo.
Y, sobre todas las cosas, te pido perdón por haberte puesto a elegir entre un partido de fútbol y yo. La próxima vez, querido Peor es Nada, elige el fútbol.
No te limites querido Peor es Nada, aprovecha que estoy en actitud de genuflexión (lo que sucede una vez en mil años, o sea, que esta será la única vez que pase en mi vida) para que te desahogues y me digas todo lo que no pudiste decirme (todavía recuerdo tu cara de asombro cuando te dejé parado en pleno centro comercial y me fui con un “no trates de entenderme, ya venía medio loquita antes de conocerte”).
Nunca, ni en peor de los casos, tuya,
Gigi Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario